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Arata & Sirena ❙ Abierto ❙ En curso

—¿Mm?

De pronto se detiene frente a la entrada del comedor. En el suelo había llamado su atención una tarjeta, la cual se trataba del ID de una residente. En consecuencia, no duda en colocarse de cuclillas para recogerlo y darle un mejor vistazo. En el acto, Bruma se había acercado a la mano del modelo, curiosa y creyente de que se trataba de alguna golosina. Al no ser lo que esperaba, se limita a oler con cierta insistencia. ¿Percibía un aroma inusual?

«Estudiante...», lee mentalmente.

En efecto la fotografía era de una muchacha muy joven que aparentaba ser menor de edad. Prosigue a observar a su alrededor, pero no hay nadie que luzca como ella, así que opta por guardarla en el bolsillo de sus jeans rasgados para llevarla a recepción después: ahora su prioridad era desayunar.

Estaba acostumbrado a las miradas, así que hace caso omiso a estas cuando las percibe al entrar: era común para algunos ver quién entraba y salía.
En el comedor solo tomaría un sándwich para comer, pues antes había visitado la cafetería para pedir un café frío y espumoso con leche de soja. En cuanto a Bruma, ya era conocida por el personal del lugar, así que le hicieron entrega de una golosina nutritiva a Arata que, por supuesto, era destinada a la felina azabache.

Luego de unos mimos, procede a dar media vuelta para ver si sus lugares favoritos se encontraban disponibles. Fue entonces que divisó el rostro de una chica que lo observaba de regreso, cuyo rostro se quedó mirando fijo mientras comparaba mentalmente sus rasgos con los de la foto del ID.

Tras echarle un vistazo al suelo para saber la exacta ubicación de Bruma, procede a caminar con tranquilidad hacia la chica.

—¿Esperas a alguien? —preguntó una vez llegó a la mesa frente a la joven—. Me sentaré aquí si no te importa.

Simplemente le daría pereza tener que moverse a otra mesa si se acomodaba allí junto a ella. No le interesaba socializar en el desayuno, con ella le bastaba. Además, tres eran multitud para el pelirrojo.

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—¿Oh? —expresó observando aún a la chica por unos segundos más.

Los asuntos personales de la  joven no le incumbían, tampoco eran cercanos, así que no tuvo interés en saber más aunque sí le había llamado la atención la respuesta. Así que, en vez de agregar algo sobre ello, simplemente deja el café y sándwich integral sobre la mesa. Luego procede a quitarse una mochila más o menos pequeña que era la perteneciente a Bruma, en la cual llevaba alguna de sus cosas. Esta la deja en el espaldar de la silla elegida para sentarse, ubicada frente a la joven.

Bruma alzaba la nariz en dirección a la muchacha antes de acercársele. Arata la deja estar mientras toma una silla para bebés que estaba cerca, pues en ella subiría a la felina. En todo ello su lacio cabello no se mueve como usualmente lo hacía, ya que se lo había acomodado con fijador. No deseaba tenerlo en la cara mientras comía.

—Cada gato es un mundo, pero no te rasguñará ni morderá sin razón aparente como algunos —comentó cuando la chica guardó silencio—. Y has acertado, es hembra —agrega, esta vez observando a Bruma.

La felina se encontraba oliendo una de las piernas de la joven. No iba a interrumpir su curiosidad levantándola de imprevisto para subirla a la silla, así que se quedó de brazos cruzados esperando que saciara su dizque huroneo. Al mismo tiempo, no soltaba la correa del arnés naranjo que llevaba puesto la minina.

—Sirena, ¿no? —dice de repente, sin dejar de observar el azabache pelaje de la felina.

Con sus palabras buscaba confirmar que en efecto se trataba de la misma joven que aparecía en el ID encontrado.

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Le chirriaba la palabra «mascota». Jamás consideraba a los animales domésticos como tal, dicha palabra le parecía que los cosificaba. No obstante, hizo caso omiso de aquel dizque detalle al notar que la chica estaba escribiendo algo de repente. ¿Se trataba de las palabras que acababa de pronunciar? Todo apuntaba a que se trataba de una nota, una peculiar. Y si bien había captado su atención, no le pareció raro; después de todo, Arata coleccionaba... insultos. Al oír uno nuevo que le gustara, se lo apuntaba.

Al verla directo, enarcó muy sutilmente la ceja: le parecía mona anotando algo como tal si es que no se equivocaba. Mas no detuvo sus dorados ojos en ella mucho tiempo, pronto regresaron a la felina para ver cómo se comportaba con la chica. Parecía estar cómoda desde su punto de vista y aceptaba los mimos recibidos. No obstante, el toque en la nariz no le agradó mucho y contrajo la cabeza como acto reflejo.

Una vez terminada la segunda sesión de mimos de la mañana, palmeó un par de veces la silla alta para captar la atención de Bruma, quien ya estaba familiarizada con ese tipo de indicación. Y como Arata tenía hambre, acabó por tomarla en brazos y subirla en vez de esperar a que lo hiciera sola.

No respondió de inmediato la pregunta de Sirena; de hecho, parecía que la había ignorado. No fue hasta que estuvo sentado y la minina comiendo el bocadillo que le dieron, que extrajo del bolsillo el ID. Le echó un último vistazo a la foto a modo de confirmación y luego extendió el brazo hacia la chica para dejar la tarjeta sobre su lado de la mesa y frente a ella: allí estaba su respuesta.

—Arata —dijo segundos después, clavando sus ambarinas pupilas en los ojos de la joven.

Momento después, tomó el café y posó los labios en la pajilla para beber un gran sorbo mientras continuaba con la mirada clavada en ella. No le iba a decir que «cuidara mejor sus cosas»; palabras como tal le parecían un gran sinsentido. A cambio, se puso a contemplarla. Su cabello lucía bastante suave y le daban ganas de tocarlo; además, le recordaban al mar y un atardecer pastel.

Anécdota I: experiencia memorable

— Torvo Ruiseñor, vuestro ruego blasfema contra las normas que rigen la Orden y los Susurros,
menciona una voz que intenta destacar entre las demás, profunda y penetrante.

Nos situamos en las profundidades de una base escondida en lo más alto de las altas montañas que hay en el territorio del Imperio de Iomut.
Una sala de altas paredes de piedra gris que se alzan imponentes, limitando un lugar solemne y austero. El aire está cargado de tensión y expectación.
Las paredes están adornadas con antiguos tapices y emblemas de las facciones actuales, recordatorios visuales de los que forman parte de este glorioso imperio.
La luz que se filtra a través de las estrechas ventanas arqueadas crea una atmósfera sombría y misteriosa.

En el centro de la sala, justo en medio de una gran fosa, se encuentra el acusado, quien espera su juicio rodeado de una multitud de faeries que observan atentamente,
en compañía de una gran armadura plateada con una apariencia dracónica.
La fosa es un hoyo profundo y oscuro, destinado a simbolizar el abismo que separa al acusado de la sociedad y la justicia.

A ambos lados de la fosa se sitúan parte de los jueces, jurados y verdugos del imperio, portando expresiones serias y severas.
Detrás de ellos, se erige un estrado elevado donde se sientan los que forman parte del consejo que gobierna todo, y quienes ostentan el martillo como símbolo de autoridad.

— Es un infante enredado por las garras de un demonio, no debéis ignorar tal verdad. Nuestra reverenciada fundadora jamás toleraría tal desatino,
objeta la voz que emerge del interior de la metálica armadura.

— ¡Por la mezquindad!, exclama una voz femenina de furia contenida.

— ¿Cómo pretendéis resolver este enredo, Ruiseñor?, cuestiona otra voz masculina, madura y tranquila.

— ¿Qué tramais para destejer este fiasco, Ruiseñor?, cuestiona la misma voz profunda y penetrante.

El sonido de los murmullos y susurros de los espectadores reaccionando a este atrevimiento,
se entrelaza con los sollozos que el acusado intenta acallar y los golpes estridentes del consejo para mantener el orden.
Los ojos de la multitud se clavan en ambos, algunos con miradas de desprecio, otros con curiosidad morbosa, y algunos pocos con compasión.

— Como he expuesto, asumo los reparos y pecados de sus acciones. También la responsabilidad de sus actos venideros recaerán por completo sobre mí,
su nueva intervención amengua el ruido pero no los murmullos.

El estrado cuchichea intentando llegar a un acuerdo, mientras, el acusado, un niño elfo inmovilizado por cadenas físicas y limitado por sellos arcanos, busca la mirada de la armadura.
Ante el fracaso, su mirada suplicante barre la multitud en busca de alguien que le ofrezca ese fatal destino.
El pequeño corazón del niño se hunde un poco más con cada intento fallido.
Lagrimea, no quiere misericordia, compasión ni perdón.

— En vuestra rectitud confiamos. Al alba sabréis..., anuncia una voz entre los miembros consejo.

Sin embargo, las orejas puntiagudas y los ojos del joven no llegan a presenciar el desenlace de la sentencia.
Tal escena sigue rondando una y otra vez en su mente, mientras el galope de un caballo lo arranca poco a poco de su ensimismamiento.

— Ugh..., el dolor de la nuca empieza a ser insoportable.

Mientras su cuerpo experimenta una sensación de libertad con la caricia de una brisa, su cabeza se siente aprisionada bajo un saco.
Intenta palpar la zona dolorosa, pero sus brazos continúan privados de movimiento. En su lugar percibe que está rodeado por un metal muy frío.
Todo lo que siente y no alcanza a ver le estremece.

Al cabo de unos minutos, el ritmo del caballo se transforma de un galope a un trote y, finalmente, se detiene por completo.
El temor se apodera de su cuerpo ante el sepulcral silencio, ¿es esta la última parada hacia el final deseado?
Los recuerdos dolorosos y pensamientos intrusivos vuelven a apoderarse de él, provocando lágrimas silenciosas que brotan de sus ojos, tal vez por última vez.

— ¿Podré ver a mi hermana otra vez?, pregunta con su élfica voz temblorosa.

Entre el silencio opresivo, logra captar apenas un suspiro apenas audible, sin más sonidos que lo acompañen.
El eco de su propia voz se desvanece en el aire, sin recibir ninguna respuesta que le indique el significado detrás de esa exhalación.

Con mano firme y decidida, el metal le envuelve alrededor de la cintura y, pretendiendo aplicar una suave presión,
siente que es elevado del caballo y colocado, no tan delicadamente, sobre lo que presume ser un hombro.

— ¡Contesta!, exclama nervioso.

El tamaño del joven contrasta con la figura de su acompañante, que muestra cierta destreza al cargarlo con facilidad.
Mientras camina, permanece balanceándose al compás de sus movimientos. Sin duda alguna, el sonido metálico le resulta familiar.

— ¡¡Suéltame si no vas a decirme nada!!, exclama intentando liberarse, pero se torna otro disipado eco.
La respuesta que obtiene es sentir cómo el agarre se refuerza, demostrando una menor delicadeza por su vida.

— Parece que el presagio está por cumplirse, mi Ruiseñor, se escucha a la lejanía.
Se trata de una voz masculina de un tono suave y melódico, con un toque de sofisticación y encanto.

— ¿Por qué nadie me escucha...?, se pregunta dejándose llevar.

— Mi Ruiseñor, tal vez deberíais tener una mayor consideración por el muchacho, esta vez siente que está ante esa voz.

— Debe ganárselo, responde dejando caer al muchacho sobre el suelo.

— ¡Ah!, aunque empezaba a acostumbrarse a los golpes, no es inmune al dolor.

— Como digáis, mi Ruseñor, acto seguido exhala.

A medida que el cuerpo metálico se aleja, sus oídos captan el sonido de unos pequeños pasos acercándose hacia él.
Finalmente, la luz vuelve a entrar en sus pupilas, revelando la figura que se encuentra detrás de esa voz.
Un hombre-lechuza blanca, de baja estatura, con ropajes de hechicero que abarcan el azul, el blanco y el plateado.

— ¡¡Aaaah!!, exclama intentando cubrir su rostro con los brazos, cerrando los ojos con firmeza.
Es la primera vez que presencia una criatura de tales características, hasta el punto de no percatarse de su liberación.

— Cáspita... Fijáos qué os han hecho... ¿Quién resulta ser tan desalmado para hacer sufrir a un niño?, le caricia para calmarlo.
La cicatriz de la cabeza le preocupa, pero intenta no prestarle demasiada atención.

El niño nota un tacto muy suave pese a las discretas garras que posee, mas no deja de temblar por la situación.

— El presagio no me mostró tanto trabajo..., afirma mientras lo deja estar.
El muchacho se atreve a mirar a la criatura, dibujando una expresión de temor y confusión en su rostro.

Sus ojos se desvían hacia la multitud que los rodea, todos ellos con la atención fija en grandes tablones cubiertos de carteles con mucho texto, mapas y bocetos.
A pesar de ser un lugar concurrido, se encuentra en un amplio patio interior de un edificio de dimensiones imponentes.
El lugar es tan espacioso que al alzar la vista puede ver múltiples pisos llenos de estanterías abarrotadas de libros.
Un techo de cristal deja entrever el cielo azul, tan brillante que debe entrecerrar los ojos para soportar su resplandor.
Cualesquiera que sea su uso, parece un lugar importante.

— Estáis en casa, y la de muchos otros faeries con un destino similar al vuestro, explica ante su curiosidad.

— ¿Destino...?, susurra como repetición en el idioma que tienen en común, repasando lo que está presenciando.

— ¿Cuál es vuestro nombre?, cuestiona ofreciéndose a levantarlo.

— Revka-..., decide tomarle la garra pero su interrupción le detiene.

— No. Aquí renacemos, y eso incluye tener un nombre nuevo, le aclara.

— Renacer..., susurra pensativo.

— Dónde quedan mis modales también... Me presento: estáis ante Noctua, el oráculo del Ruiseñor, expresa con orgullo,
He predicho vuestra llegada, y aquí os halláis... Oz, le revela, con intención de ser más próximo al muchacho.

— Oz..., vuelve a susurrar, procesando lo que ha escuchado.
¡Es lo que iba a responder! Su expresión atónita es como un libro abierto para la lechuza.
No logra comprender del todo lo que sucede, pero empieza a gustar.

— Hoy preveo un día estupendo. ¿Tenéis hambre?, empieza a mencionar cuando recibe su mano.

— Mucha..., responde muy avergonzado.

— Entonces, bienvenido a casa, llevándole de la mano a su nueva vida.

Lo importante que es la vida de un pato


Tian Rue - Jay - Kuon ❙ Abierto ❙ En curso


Ante las palabras de Tian Rue, - "Entonces no los detengo más... a menos que quieran jugar conmigo a las preguntas", Kuon no pudo evitar repetir.


- ¿Jugar? - dijo en voz baja más bien para si mismo.


Kuon no entendía del todo como exactamente ese tipo de preguntas podían ser parte de un juego, aunque tampoco tenía intención de juzgar la forma en la que el pelinegro se divertía. Después de todo, siempre que no se hiciera daño a otros, Kuon consideraba que cada uno era libre de divertirse como prefiera.


Tras esto, Jay procedió ahora si a despedirse definitivamente de ellos, a lo que Kuon le respondió.


- Claro. Espero que volvamos a encontrarnos pronto - le dijo en su habitual tono amigable con una sonrisa.


Por otra parte, y una vez Jay ya se había alejado de ellos, Kuon paso entonces a responder a Tian Rue.


- Con respecto a las preguntas... - hizo una breve pausa - si tienes alguna con la que pueda ayudarte, puedo responder si quieres - dijo en un tono amable, tranquilo y sincero.


Si bien desde su punto de vista, Kuon no lo consideraría un juego, le gustaba poder ayudar a otros. Y por otra parte, en realidad tampoco conocía los motivos por los que el joven pelinegro hacía tales preguntas, por lo que si de alguna forma al responderle le era de ayuda, Kuon no se negaría. 

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Tian Rue - Kuon ❙ Abierto ❙ En curso


La respuesta de Tian Rue le sorprendió un poco, como así se pudo notar en su rostro. Kuon espera algún tipo de pregunta, más no una petición. Sin embargo, ésta no le resulto molesta ya que después de todo él comprendía bien lo que era ser nuevo en un lugar, y pensaba que era agradable poder tener a alguien con quien conversar. Así pues, le respondió.


- Claro. Yo ya llevo algún tiempo viviendo aquí. Puede que no conozca todas las instalaciones a la perfección, pero puedo enseñártelas - le dijo con su habitual expresión amigable y una sonrisa.


A Kuon, Tian Rue le parecía un joven algo peculiar, pero hasta donde había llegado a conocerlo, no tenía nada en su contra, por lo que no veía motivo alguno para no aceptar su petición. Solo era cuestión de encontrar el momento oportuno y cuadrar los horarios de ambos. Por ello, tras una breve pausa añadió.


- En estas fechas la mayoría de los días estoy un poco más ocupado que de costumbre, pero puedo darte mi número de teléfono si te parece bien. Como no siempre estoy en mi habitación creo que sería la forma más rápida de contactarme. O si sabes donde está, y lo prefieres, puedes pasarte por la cafetería. Incluso estando más ocupado siempre voy varias veces al día - dijo dejando salir una pequeña risa al final - Y en algún momento podríamos coincidir - añadió, de nuevo con una expresión amigable en su rostro.

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Tian Rue - Kuon ❙ Abierto ❙ En curso


- Me parece bien - le dijo Kuon en respuesta a su primera afirmación - También me gusta poder encontrarme con las personas por casualidad - añadió a su segunda frase con una expresión igualmente alegre.


Kuon no entraba a discutir sobre detalles en si llamarlo destino o casualidad, ya que consideraba que eso era parte de las creencias de cada persona. Y por su parte, él respetaba las creencias de todos, si bien en su caso solía utilizar más la palabra casualidad.


Por otro lado, sobre la segunda petición de Tian Rue, nuevamente el joven pelinegro le sorprendió. Fue por ello que Kuon tardó un momento en reaccionar, ladeando ligeramente la cabeza algo confuso mientras pensaba para que querría Tian Rue que hiciera eso. Sin embargo, no tardo en darse cuanta de como éste parecía buscar algo en su kimono, y fue por ello que llegó a la conclusión de que quizás quería darle algo a modo de sorpresa, si bien aún así no entendía del todo para que quería que levantara las manos al aire en lugar de quizás no mejor extenderlas en su dirección. Aun así, y tras un momento de pensarlo, finalmente hizo lo que el joven pelinegro le dijo, si bien por un instante dejo muy ligeramente entreabierto uno de sus ojos debido a la curiosidad y también a algo de incertidumbre por lo que Tian Rue fuera a hacer.

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Arata & Sirena ❙ Abierto ❙ En curso

Desconocía si la chica ya sabía de la pérdida de la dichosa tarjeta o acababa de notarlo, y aunque su expresión daba una pista, lo único importante era que ya estaba de regreso con ella.

Sus actitudes y reacciones sin dudas estaban captando cada vez más la atención del mestizo, pues no le estaba pareciendo cualquier adolescente más. No obstante, tampoco tenía expectativas, solamente... tal vez el resto de tiempo de la mañana no solo lo pasaría con la felina.

—¿Oh? ¿Con qué podría ser confundido? —dijo tras alejar un par de centímetros la pajilla de sus labios.

¿Se trataba de un halago? Fuese lo que fuere, no lo ofendió. No parecía haber malas intenciones en la joven, pero en su interior le había hecho algo de gracia aunque no acabó por reflejarlo en el exterior. Probablemente lo añadiría en la lista de halagos excéntricos si se tratara en definitiva de uno.

Segundos después de su pregunta, deja con cuidado el vaso sobre la mesa: no quería beberse todo antes que el pan, así que procedió a despejar el sándwich, apartando con sus finas manos la servilleta que lo envolvían. Al igual que en muchas otras ocasiones, el modelo llevaba las uñas pintadas de negro.

—¿Qué pasa por tu cabeza? No te morderé, eres menor de edad —dijo mientras partía a la mitad el pan. No había pasado por alto la mirada de la muchacha en sus manos—. ¿Me equivoco? —agregó, queriendo cerciorarse de que en efecto la chica era menor de edad.

Sus palabras eran una curiosa forma de decir que no se vería perjudicada por él a causa de lo que fuese que estuviera pensando.

¿Amor en el aire?

Vi a un tipo pelirosado de la mano con esa chica de cabello violeta de la cual te hablé el otro día. Diablos, creí que estaba soltera... Qué mal partido, dejando que ande sin zapatos.

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Participantes: Tian Rue-Kuon-Boris ❙ Abierto ❙ En Curso


—Oh, Hermoso— su voz es una mezcla de serenidad y emoción —Como la escena de una película—

Esboza una sonrisa y no puede evitar juntar las manos entrelazando sus dedos. Por segunda vez se presenta en una situación ajena por su propio mérito, pero no pudo evitarlo. Por completo fuera del contexto, la interacción entre ambos jóvenes a escasos metros de sí le parece de lo más encantador.

Una parada en su pequeño paseo que lo dejó satisfecho.

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Tian Rue - Kuon - Boris ❙ Abierto ❙ En curso


Kuon esperaba con cierta curiosidad que era lo que Tian Rue pretendía hacer exactamente, escuchando sus palabras,
y posteriormente notando como cubría sus ojos con su mano. Más sin embargo, en ningún momento se le paso por la cabeza que el joven pelinegro fuera a hacer lo que finalmente hizo, un beso, aun si solo había sido por un momento un pequeño roce, seguía siendo un beso. Eso sin duda lo pillo desprevenido, haciendo que inevitablemente sus mejillas se sonrojaran ligeramente. Ya que si bien ese no había sido su primer beso en absoluto, debido a la forma en la que había ocurrido, y además el ser con alguien a quien acababa de conocer, inevitablemente había provocado esa reacción en él.


De esta forma, Kuon se quedo un momento quieto y en silencio, ajeno a lo que había y/o a quien pudiera estar cerca de allí. Por su mente solo pasaba el pensamiento de por que Tian Rue habría hecho aquello. Y así, tras unos segundos finalmente reaccionó.


- Si te pregunto por qué lo has hecho, ¿me responderás?


Kuon no se sentía realmente molesto, la expresión de su rostro no mostraba enfado alguno, solo curiosidad. A lo largo de su vida había podido conocer a bastantes personas, algunas de ellas igualmente peculiares y atrevidas como empezaba a considerar que era Tian Rue, siendo esto algo que a nivel personal no le molestaba. Pero al mismo tiempo, y aunque tenía experiencia en cuanto a relaciones de tipo variado, por así llamarlo, este tipo de actos aun podían pillarlo por sorpresa, por lo que la curiosidad era entonces el sentimiento que más le producían.